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miércoles, 24 de agosto de 2016

La mentira que "Ilumina"

Peligro tóxico
en las
Lámparas de supuesto
Bajo Consumo”

El entredicho  fue impuesto a nuestra sociedad actual  entre quienes alimentan y motorizan el consumismo y nosotros, los consumidores; que, en este triste caso, somos impotentes para rechazar, aquello que nos imponen.

Una de sus últimas creaciones es un producto industrializado, realizado para reemplazar a otro, sin “aparentes” mejores resultados.
Me estoy refiriendo a las lámparas, mal llamadas de “Bajo Consumo”, que nos obligaron a utilizar para suplantar las de “Incandescencia”.

Supuestamente una lámpara de las llamadas de bajo consumo que de ahora en más llamaremos “nueva” difiere de la “vieja” e incandescente lamparita, además de su construcción, en sus exaltadas y supuestas prestaciones, a bajo consumo.
Debo reconocer que han sabido recrear adecuadamente lo que ya se conocía para otros usos y re-direccionarlo para convertirlo de consumo masivo; para hacerlo desarrollaron una publicidad mentirosa que permitiera sacar del mercado las viejas de incandescencia.
Es de bajo consumo,  un artefacto de iluminación cuando entrega la luz requerida durante una unidad de tiempo determinada, ya que usted paga así el servicio de electricidad urbana.
Empaque de lámparas de 20 W que se publicitan, con lúmenes equivalentes a 100 W.
Aquello que quiero explicarle es que si usted tiene un aparato que consume 1000W/h, y lo conecta por una hora integra usted estará consumiendo 1K/w.
Los defensores alegan: que una lámpara de 20 W/h entrega, las mismas unidades de luz = lúmenes que una de 100 W/h; una halógena de 42 W/h entrega los mismos lúmenes que una de 60 W/h.
Si bien esta característica puede desde el punto de vista puramente técnico medirse para saber sus parámetros, el ser humano percibe la iluminación emitida, sus radiaciones de color y temperatura, mediante sensores corporales, que van desde la vista, sensores perisféricos en la piel que permiten el reaccionar del cuerpo a esos factores externos en el que el ser humano se halla inmerso.
Esto hace que cada individuo, como tal, reaccione a la luz de distinta manera; en cambio todos los seres vivos reaccionamos mal al bombardeo constante de los iones positivos.
Son los iones negativos los que suelen abundar en valles con buena vegetación y el correr de agua de un arroyo; o en bosques con mucha foresta, valles y quebradas; iones que pueden ser producidos y bombardeados en una habitación para producir un intercambi forzado que restablezca el equilibrio natural.
Las lámparas nuevas, no son nuevas sino el sistema de incandescencia utilizado en letreros luminosos, (Allí no se usaban con zócalos y los transformadores se ponían a la intemperie) los tubos fueron readaptados con un sistema de rosca universal y encendido hogareño.
Sistema que ya existía, tan nocivo, venenoso e insalubre para las personas como la nueva tecnología que nos obligan a consumir; me estoy refiriendo a los tubos fluorescentes.
Estos tubos de vidrio, llenos de gas flúor, gas que reacciona al ser calentado, mediante dos pequeños filamentos internos en sus extremos, que luego de encendido el gas, los filamentos se desconectaban.

Estos tubos, se alimentaban con un transformador y controlaba con un Arrancador, conjunto que se conectaba a la red eléctrica.
Las lámparas de Mercurio para las luminarias urbanas, antecesoras de las de bajo consumo pudieron salir antes por la sencilla razón que su balasto (Transformador) está fuera de la lámpara en si misma sino en el artefacto que la contiene, dentro de la tulipa, y por tener zócalo de rosca “Goliat” que no se usa para los hogares que utiliza los “Edison”.
Cuando se debían reponer por cualquier problema, se caían, o se rompían y soltaban el polvillo del flúor que es venenoso y muy perjudicial.
También se aconsejaba, en ambos casos, cuidarse de los trozos de vidrio al romperse por el veneno pegado en ellos, residuos de los gases de flúor y de mercurio.
Las lámparas halógenas, en bulbos de vidrio al vacío, son variables no tan perjudiciales para la vida, que recibieron el tratamiento de adaptarlas al mercado hogareño. 
Ahora bien hasta aquí debemos reconocer que con una publicidad o “Propaganda” engañosa, o al menos tendenciosa, nos obligaron, de la noche a la mañana, compulsivamente a cambiar por un producto efectivo, probado y seguro, como lo fueron durante décadas las lámparas de incandescencia, por otro, que sabemos dañino y perjudicial para la salud.
 Otras unidades como, los fluorescentes, fueron retirados del mercado, pero el daño ya estaba hecho,  como lo demostramos en “Los iones negativos y la salud” campaña que emprendimos con el creador de las terapias iónicas en la Argentina el Dr. Florencio Escardó, poco tiempo antes de morir.
Continué por varios años difundiendo lo pernicioso de la iluminación lograda a través de excitar un gas inerte.
Son justamente estos artilugios luminiscentes convertidos hoy en riesgosas necesidades que  envenenan y matan  silenciosamente generando al ambiente iones positivos, perjudiciales para la salud,  de los organismos vivos. 
En América Latina, donde todo está por descubrirse, muchos despertamos recién de nuestro sueño de mentiras;  otros no quieren saber para no ser tildados de paranoicos.
Los Iones y su accionar sobre la salud, son abordados por especialistas y centros asistenciales de todo el mundo, ya que los iones se hallan en el aire que respiramos, su variable coexistencia nos afecta directamente y no se hace necesario sumarle otros males.
La verdad está allí, al alcance del interruptor de la luz, no tiene que ir más lejos para darse cuenta del engaño articulado, que nos obligó a todos a consumir algo que nos mata en silencio.
Un mercado del consumo, en el cual nos incluyen como “Consumidores cautivos” por la sencilla razón de no poder, ni tener, otra opción o alternativa; lo mismo ocurre si usted quiere salirse del sistema de suministro y distribución de electricidad domiciliaria.
Todos son problemas e impedimentos.